
El loco, el enamorado y el poeta están llenos de imaginación
We don’t have any products to show here right now.
Las hojas siguen
cayendo.
¿Has sentido alguna vez que extrañas tanto a una persona que cualquier cosa te recuerda a ella?
Cada movimiento que tiene esa hoja al caer de aquella rama hasta que finalmente termina en este suelo, ahí va, otro recuerdo más.
A mí me sucede algo parecido cada día, cada noche, a cada ladrido de ese dichoso perro, mi corazón se estremece. Puede que nadie lo entienda, que ni siquiera lo comprendan, pero ese sonido me recuerda a cuando aún estabas aquí.
No puedo recordar un día en el que tú no te pases por mi mente, simple y sencillamente no puedo parar de pensar en ti. Te me apareces por todas partes, por eso prefiero no pensar o tal vez solo evadirme ante cualquier desliz que me pase totalmente desapercibido, cosa que sucede más a menudo de lo que pueda llegar a imaginar.
¿Eres capaz de inventar algo que pueda desgarrarte por dentro? Algo que no sea un objeto, algo más fuerte, inmenso, algo así como un sentimiento. ¿Puedes? ¿Es doloroso verdad? Para mí es doloroso incluso el hecho de tener que imaginarlo.
Mi mayor temor es mi imaginación, con ella puedo crear lo que quiera, hay infinitas posibilidades, nunca acabarán y eso es grandioso, maravilloso, pero hay que tener cuidado con lo que se imagina, te puedes estar haciendo daño a ti mismo sin darte cuenta.
Yo me hago daño cada día, a cada momento, a cada hora, minuto, inclusive cada segundo, a cada instante, de forma consciente pero a la vez es inconscientemente.
Es extraño, pero así es, sencillamente hay cosas inexplicables o que se pueden explicar pero no sabes cómo, es complicado. No perdemos nada por intentar desenredar los hilos. ¿A que no? Pues si tú crees que si perdemos, deja de leer, así de sencillo.
Imaginar a través de recuerdos es más doloroso. Te recreas toda una historia o tal vez solo una pequeña escena, aún así duele, por muy pequeño o insignificante que sea dicho detalle. Es molesto pensar en lo mucho que fue y en lo poco que es. Los cambios que da la vida; las cosas que hoy son las más importantes mañana serán recuerdos rotos y perdidos en el olvido.
Al fin y al cabo las cosas, personas u objetos acaban perdiéndose en nuestra memoria, al menos yo no recuerdo todo lo que he visto o percibido con mis propios ojos, todo, se acaba olvidando, el dolor, el amor,los lugares. Solamente las sensaciones podrían hacernos recordar en algún caso un detalle de nuestro pasado e incluso otros los recordamos sin tener que revivir experiencias pasadas.
Pero siempre estarán ahí en tu cabeza y nunca se irán, no van a desaparecer, son lo único realmente permanente independientemente de cómo los sientes. Recuerdos.
Y qué si estamos locos o nos vamos por las ramas o nos distanciamos, eso nos hace diferentes y yo por lo menos no quiero ser un clon más en esta sociedad de cuerpos inertes que hacen cualquier cosa por encajar siendo igual que todos. A mí eso no me va, prefiero ser “la rara” y destacar siendo quién soy, a muchos no les gustará eso, pero prefiero escoger mi opinión sobre mí misma y si alguien tiene algún tipo de problema que se analice a sí mismo, el problema no está en mí.
La parte izquierda de nuestro cerebro nos dice lo que debemos hacer, lo que es lógico, todo aquello que podemos expresar con palabras; la parte derecha se centra en todo aquello que somos capaces de sentir, nuestras sensaciones, nuestras habilidades y nuestros sentimientos. ¿Cuál de estas es la que te domina? Por lo general, según los últimos datos que he visto, los seres humanos desarrollamos más la parte izquierda, en mi caso, considero que he desarrollado ambas partes por igual.
Extraño muchas cosas, pero sobretodo aquellas que no puedo reemplazar por nada, las hojas seguirán cayendo, unas harán más daño que otras pero, todas dejarán huella.

El dolor del
desamor
El apuesto joven lamentaría siempre haber venido al pueblo. Aquel joven se enamoró unos meses atrás; salió con su enamorada y poco después se dejaron. Pensaba día sí, día también en aquel, su único amor. Ella sin embargo lo ignoraba, casi parecía que él ni siquiera existía para ella. Brandon no dejaba de pensar en ella, en aquella historia que en un abrir y cerrar de ojos se había terminado.
No dejaba de pensar ni un segundo en Nikki, en sus profundos ojos marrones, en su pelo largo y castaño, aunque cuando le daba el sol se parecía al color caoba con ligeros toques de miel, siempre se quedaba hipnotizado en su mirada, en lo que escondía tras ella. La reconocía aunque estuviera en el otro lado del pasillo. Pero ella se seguía alejando de él, y él cada día sólo quería sentirse una pizca mejor, sentirse un poco más feliz.
Él sufría cada vez que ella le dirigía la mirada a otro chico, pero nunca decía nada. Sus amigos tampoco le ayudaban mucho que digamos y aquel joven de tan sólo 14 años de edad empezaba a comprender lo que duele el desamor; lo lindo que era sentir esas mariposas revoloteando en su estómago y lo mal que se sentía con cada decepción.
El suyo era un pueblo pequeño y como se apodan “los hurones” todos conocían la historia de Brandon, sobre todo en el instituto, en su propia clase, sentía como todos cuchicheaban aquellos rumores frescos, que corrían como la pólvora. Empezaba a querer marcharse del pueblo, del instituto, se cuestionaba constantemente por qué había decidido venir, quería desaparecer, desaparecer durante un largo tiempo. Deseaba alejarse de ella, del instituto, que tantos recuerdos le traían. Cada sonrisa que había mostrado al mundo y cada lágrima que luchaba por esconder.
Los días se le hacían eternos cuando no la veía, cruzaba el pasillo tan sólo para que sus miradas se cruzaran aunque tan sólo fuese una vez. Ella para él lo era… todo, absolutamente todo. Hasta que un día Nikki le mandó una carta. Y él acabó por comprenderlo todo, recordó hasta el último momento que habían pasado juntos, decidió alejarse de ella, y de todo aquel pasado, de toda aquella tristeza que lo inundaba que le partía por dentro pedacito a pedacito.
Entendió al fin que, para olvidar a Nikki, sólo debía esperar que el amor no dura eternamente y como había dicho un profesor suyo un tiempo atrás “el peor mal… es el mal de amores, pues igual que tardas para enamorarte, tardas para olvidar a esa persona que creías la adecuada para ti”. El mensaje de Nikki tan sólo era un simple corazoncito.

Cuando ya nada
te importa...
Cuando te preocupas…no, mejor no te preocupes, no sirve para nada. Te preocupas y te dañan, esa es la única cosa que tengo clara, la única regla que marca mi vida.
Seré una amargada, total, qué más da, así estoy bien. Aunque estar mal sea algo subjetivo, sobretodo hoy en día…
Ya nadie se ama, ya nadie lucha por la otra persona, las personas ya no se molestan en enamorar a nadie ni en conocer a la persona en sí. Y es que estamos en pleno siglo XXI y esas personas, las que sí se enamoran y luchan por ello, son muy escasas. Podría incluso decirse que son como una raza en extinción. En deterioro.
Y es que al final, ¿quién está ahí cuando lo necesitas?, cuando necesitas un hombro donde llorar, o un simple pero sincero abrazo.
¿Cuándo desaparecerán las falsedades? ¿Las mentiras? ¿Las trampas? ¿Los engaños?
Soy feliz aunque esté triste, aunque lo segundo contradice lo primero. Mis estados de ánimo cambian constantemente, pero aún así, estoy bien aunque no lo esté.
Llevo sin ser partícipe de mi vida mucho tiempo, soy como ese personaje ‘extra’ que sale a duras penas en una película y ni siquiera te enteras de que estaba porque se encuentra totalmente escondido tras cualquier cosa sin importancia, pues así es como me siento yo.
Se suponía que debería haber mejorado, pero nada ha ido a mejor, todo va a peor y es que las cosas ahora son así.
Y algún día pasará algo, y ese algo valdrá la pena, JÁ, casi, pero no. Esas cosas nunca pasan excepto en las películas surrealistas de estos tiempos que corren. En la realidad, nunca pasan cosas buenas, nada es bueno ni siquiera cuando lo es.
Por mucho que digan que las cosas han cambiado; ¿acaso eso es verdad? ¿Algo es verdad?
